martes, 14 de septiembre de 2010

Felicidad y destreza.

En la simpleza de las cosas que nos ofrece la vida se encuentra la felicidad; en cambio, en las dificultades que nos vemos obligados a superar desarrollamos nuestra destreza.” Esta era la reflexión ideal, la que, desde hace tanto tiempo, Valentina había intentado escribir jugando, una y otra vez, con sus palabras preferidas: felicidad y destreza.

Siempre había sido una chica dispuesta, emprendedora y constante; únicamente, con las cosas que le gustaban de verdad y el arte era un de ellas. Prefería expresarse mediante palabras escritas, ya que no se le daba eso de hablar, y menos en público. Buscaba la calidad total y absoluta de cada una de sus frases, a pesar de que le fuese la vida en eso. Se consideraba una amante de la vida. Ante mis ojos y los de todo el que la conocía, era una soñadora empedernida. Original en el más amplio significado de la palabra. Bella por dentro, y también lo era por fuera. Melena brillantemente rubia; ojos rasgados y verdes, muy expresivos, con unas largas y espesas pestañas a juego; labios finos y siempre sonrosados, que asombrosamente, parecía que se habían puesto de acuerdo para combinar el color con el de sus mejillas. Todo esto componía una cara redonda pero fina, la cual resaltaba su metro setenta y cuatro de estatura.

Toda una bella dama que, como no podía ser de otra manera; poseía un, también, bello corcel. Su particular corcel se llamaba Kurco y era un perro enrazado, de pelo corto, orejas erguidas y no más grande que una liebre, pero casi igual de veloz y astuto. Le encantaban esas tardes paseando desde el puerto hasta la playa con Valentina.

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